Intenté guardar en mi memoria, aquellas pinceladas que nacen de
la inspiración poética que el viento provoca, aquella brisa que manipula las
cortinas de libertad mental. Éste valle enclavado en la soberanía de su
historia, en la identidad de cada experiencia vivida bajo el manto de la
literatura y el recuerdo plasmado en los lienzos salpicados de magia, aventura
y encanto natural.
Y las llamadas Bellas Artes, propagan su esplendor en el
abandono de sus espectadores, atónitos e inertes. El describir el sabor de la
tierra húmeda, después de un sombrío atardecer, es cosa de locos, figuran los
titulares de un silencioso periódico que se adentra en la mente de aquellos que
vivimos en “El que estalla con estruendo”.
“La danza, la pintura, el teatro, la escultura y la poesía,
fomentarán acciones fundamentales de convivencia, como la Tolerancia, el
Respeto y la Igualdad”. Discurso con el que un candidato a la Alcaldía,
perdería rotundamente los sufragios electorales.
Pero el Arte es más que eso,
más que una mezcla de estereotipos denominativos, es la fusión de sentimientos
reprimidos, que hacen de un verso o una gota de óleo, de una cincelada o del
sonido mágico de una gota de lluvia, un suspiro escondido de aquel poeta,
testigo de su imaginación.
Y hoy miramos diferente el espacio de expresividad
intercultural, que absuelve los detalles naturales del ser humano y focaliza su
interés, en el capital de sus frivolidades.